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Colaboración de Antonio Martinón Cejas, ex Rector de la ULL

Mirada al pasado
Antonio Martinón

Eduardo Westerdahl Oramas (1902-1983), Domingo Pérez Hernández (Pérez Minik) (1903-1989), Pedro García Cabrera (1905-1981) y Domingo López Torres (1910-1937) se afiliaron al PSOE en 1930. Los cuatro amigos tenían fuertes inquietudes intelectuales y artísticas, y la instauración de la República en 1931 facilitó la creación y el desarrollo cultural, que ellos aprovecharon con resultados brillantes.

Bajo el nítido liderazgo de Westerdahl crearon Gaceta de Arte, que nació en 1932 y se mantuvo hasta junio de 1936, con la idea muy clara de que fuera una revista atenta al desarrollo del arte moderno y con la aspiración de transformar la sociedad. Resultó ser una publicación de vanguardia, pendiente de las ideas que llegaban de fuera y con una voluntad firme de representar la contemporaneidad y la modernidad en las islas. Organizaron la Exposición Surrealista que se celebró en Santa Cruz de Tenerife en 1935, aprovechando el vínculo de Óscar Domínguez con los artistas surrealistas de París. Como es natural, el nivel de implicación política de cada uno de los cuatro fue diferente. Por un lado, Pérez Minik y Westerdahl no jugaron un papel político destacado, pese a que a sus ideas eran públicas y bien conocidas por todos, aunque resultaban más moderadas que las de García Cabrera y López Torres.

Pedro García Cabrera fue el que tuvo mayor significación política, participó en las elecciones municipales de 1931, que trajeron de la mano la República, y en sus escritos se refleja un decidido compromiso social, con frecuencia un socialismo radical, se podría decir que revolucionario, lo que permite situarle en el ala más a la izquierda del PSOE. Algo similar puede decirse sobre el socialismo de Domingo López Torres, aunque no tuvo tiempo de desarrollar una actividad tan intensa como la de García Cabrera. Ambos eran concejales de Santa Cruz cuando se produjo la sublevación militar contra la República.

En julio de 1936 fueron detenidos Pérez Minik, García Cabrera y López Torres, mientras que Eduardo Westerdahl no sufrió prisión debido a su condición de ciudadano sueco y se le permitió continuar en la Isla.

Domingo Pérez Minik fue recluido en la prisión de Fyffes hasta las últimas semanas de 1936, cuando fue liberado gracias a las gestiones que realizó la familia de su esposa Rosa Gómez-Camacho Gonçálvez, enferma que requería los cuidados de su marido. Domingo López Torres fue el que peor suerte corrió, pues fue asesinado en febrero de 1937, tirándolo al mar encerrado en un saco. Así quedó truncada la vida de este joven poeta.

Pedro García Cabrera tuvo un comportamiento heroico, pues fue deportado a Villa Cisneros (Sahara), logró evadirse del campo de concentración en el que lo confinaron, llegó a Dakar, de allí fue a Francia y finalmente se trasladó a la Península, donde se incorporó al ejército de la República.

La posguerra no fue buena para ninguno de los tres amigos que lograron llegar vivos a esta etapa y tampoco lo fue para la memoria de Domingo López Torres.

Pedro García Cabrera fue el que más padeció la crueldad de los vencedores. Fue encarcelado en la Península al final de la Guerra y así estuvo hasta 1944. De nuevo fue detenido y trasladado a Tenerife, y condenado otra vez, aunque pudo cumplir parte de esta nueva pena de forma atenuada.

El desenlace de la Segunda Guerra Mundial con la derrota de los fascismos empujó al régimen de Franco a iniciar una cierta apertura en el ámbito de la cultura, de modo que lentamente reaparecieron Eduardo Westerdahl, Domingo Pérez Minik y Pedro García Cabrera.

Esa apertura cultural se fue ensanchando poco a poco y la presencia de la izquierda era cada día más pública. Alfonso García-Ramos destaca la importancia que tuvo, en septiembre de 1955, dieciséis años después de acabada la Guerra, la celebración de las Bodas de Oro del Ateneo de La Laguna, pues “la Fiesta de Arte fue socialista de punta a punta, socialistas los ganadores de los concursos literarios, los poetas Pedro García Cabrera, Enrique Lite, los críticos Domingo Pérez Minik y José Domingo, socialista el mantenedor, Juan Rodríguez Doreste, de la Federación de Las Palmas”.

Mucho más hubo que esperar a que fuera reconocida la figura de Domingo López Torres como poeta brillante y más aún para que se hiciera público su cruel asesinato. Su amigo Domingo Pérez Minik lo incluyó en su Antología de la Poesía Canaria (1952) y más tarde en La facción surrealista española de Tenerife (1975). Otros trabajos críticos sobre su obra fueron viendo la luz, aunque el gran homenaje póstumo se lo tributaron Ciryl Brian Morris y Andrés Sánchez Robayna con la edición de sus Obras completas (1993).

Estas miradas al pasado han sido escritas con espíritu de camaradería política, pero también de coincidencia cultural, de entender la sociedad canaria abierta al mundo, con mirada permanente al exterior y con raíces profundas en lo nuestro. Ser español y europeo desde Canarias.

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